La República de Weimar
- Claire Waldoff
Si se intenta abarcar de un vistazo el panorama del cabaré durante la república de Weimar, se observa una imagen confusa y enmarañada. Un auténtico batiburrillo que florecía bajo el nombre de cabaré: revistas frívolas, números artísticos de cabaré de buen gusto, cómicos populares, el cabaré como lugar de encuentro de gourmets literarios, pero también como estrado para la sátira política. En los años posteriores a la primera Guerra Mundial hubo intentos notables por devolver al cabaré su rango artístico y convertirlo en un reflejo de su época. Con este propósito surge en Berlín el segundo Schall und Rauch de Max Reinhardt, el Größenwahn de Rosa Valetti, el Wilde Bühne de Trude Herstenberg y el Retorte en Leipzig, donde debutó Erich Weinert.
Una nueva generación de autores, compositores e intérpretes configuran el perfil de este nuevo cabaré: Kurt Tucholsky, Walter Mehring, Klabund, Friedrich Hollaender, Paul Graetz, Ringelnatz, Kate Kühl, Margo Lion y muchos otros. Pero incluso durante el periodo de relativa estabilización tras la crisis del 29 el cabaré crítico-literario tiene poca repercusión. Es la época de las grandes revistas, que en las pequeñas producciones de Nelson, Hollaender y Schiffer mantiene su tono cabaretístico. Bellas mujeres, canciones de amor y una música pegadiza, monólogos y escenas subidas de tono es lo que se ofrece al público. Las preocupaciones de su tiempo permanecen al margen. Como mucho se puede escuchar alguna sátira contemporánea en las revistas de Hollaender. En el Kabaret der Komiker, el más famoso de Alemania en la segunda mitad del siglo XX, se presentaba como lo más selecto desde cantantes de opereta a estrellas del cine y el teatro hasta artistas de variedades. El contrapunto a este cabaré convencional lo ponían algunos pequeños locales surgidos durante la crisis económica. En ellos se buscaba el juego, la improvisación y el contacto directo con el público. La confrontación más directa contra el orden establecido la encontramos en las compañías proletarias. El movimiento agit-prop no combate un fenómeno social en particular, sino que propugna la lucha de clases revolucionaria. La Revue Roter Rummel (1924) de Erwin Piscator, creada por encargo del KPD (Partido Comunista Alemán) y la gira de la compañía Blauen Bluse (1927), de Moscú, dió a estos grupos el impulso definitivo. Basándose en estas iniciativas desarrollaron los artistas proletarios (apoyados por artistas profesionales) su propio estilo y su propio discurso.