Introducción
- Montmartre
En 1881 surgió en París, en las colinas de Montmartre, el cabaré como género artístico independiente. Pero sus orígenes son mucho más antiguos. Todo lo que constituye su esencia (la mezcla de seriedad y ligereza, el chascarrillo, el gusto por la sátira) existe desde el momento en que el hombre decidió dar forma artística a la realidad. La literatura y el teatro muestran desde hace siglos una multitud de elementos cabaretísticos: en las sátiras de la antigua Grecia, en los mimos de Roma, en los trovadores y juglares medievales, en los cuplés populares de Viena y Berlín, en las coplas y cancioncillas tradicionales y en muchas otras manifestaciones artísticas.
Que el cabaré surgiera en París y en 1881 se debe a varios factores: la lucha de oscuros artistas por darse a conocer, la curiosidad y el afán de diversión de la burguesía, sin olvidar la tradición centenaria de la chanson francesa. En ésta existía ya tiempo atrás algo del espíritu del cabaré: esprit, inconformismo y una visión crítica de los fenómenos sociales. Durante la Revolución Francesa se convirtió en la canción de las masas, en un reflejo de todos los acontecimientos públicos. Los primeros cabarés de Montmartre prolongaban (bajo otras condiciones históricas) la tradición de las agrupaciones musicales que florecieron en París durante la primera mitad del siglo XIX. El cabaré incorporó muy pronto otros géneros, sobre todo teatrales. El programa inaugural del cabaré überbrettl de Wolzogen (véase más adelante) muestra esta diversidad de aspectos: junto a canciones, dúos y recitativos se ofrece una escena de una obra de Schmitzler, una parodia dramática, un espectáculo de sombras y una pantomima. El conférencier fue durante mucho tiempo la figura dominante del cabaré, aunque en los programas también nos encontramos bailarinas, caricaturistas, e incluso la interpretación de obras para piano, lieder y arias de ópera. En nuestros días el número predominante es la escena breve, el sketch.
Esta variedad formal se corresponde en la historia del cabaré con la variedad de intenciones y puntos de vista de autores e intérpretes. En los cabarés de Montmartre los artistas exponían sus puntos de vista sobre la sociedad. Por el contrario Wolzogen (véase más adelante) quería 'captar el punto de vista libre e irónico del experimentado hombre de mundo', y satisfacer tanto al funcionario como al joven vividor en sus demandas de entretenimiento. Rudolph Nelson consiguió conectar, años más tarde, en sus canciones con el gusto de los asistentes de su exclusivo club nocturno.; la sátira política (que todavía se podía encontrar cuidadosamente dosificada en los espectáculos de Wolzogen) era inexistente, pero no así los comentarios sobre la ropa interior de aquella dependienta de la calle Leipzig. La sátira política reapareció en los cabarés durante la República de Weimar, en los años de la posguerra y durante la gran crisis económica de 1929. Hay que destacar que a menudo convivían diferentes concepciones del cabaré. Mientras Wolzogen se muestra conciliador con su público burgués, el lema de Elf Scharfreitern rezaba: épatez les bourgeois!. Más tarde, en los años 20, no es raro encontrar tales contrastes unidos en un mismo programa, como en el berlinés Kabarett der Komiker, donde en cualquier momento se podía uno encontrar que tras la representación de una farsa de opereta, Ernst Busch cantase una canción de Tucholsky con música de Eisler.
Una alternativa al cabaré burgués se formó en la época de Weimar con la aparición de grupos del proletariado revolucionario. Aunque los artistas obreros se servían de las mismas formas y procedimientos del cabaré burgués, tenían básicamente un objetivo distinto: actuaban para trabajadores, y atacaban no sólo el orden burgués, sino que perseguían al mismo tiempo el establecimiento de una nueva sociedad socialista.
París 1881
- Cabaret Chat Noir
Hay dos palabras clave para entender el origen del cabaré: una es Belle époque, la otra Bohemia. La Belle époque es como llaman nostálgicamente los franceses al periodo de finales del siglo XIX y principios del XX. El término tiene muchas implicaciones: prosperidad, progreso, una burguesía que vive del rendimiento del capital y, por supuesto, el influjo que ejerce sobre toda Europa una gran metrópolis como París, con sus espectáculos y exposiciones universales. Pero esta época tenía también su lado oscuro: la existencia de un proletariado que subsistía en unas condiciones extremas de pobreza.
Entre los que no participaban del bienestar de la Belle époque se hallaban los escritores, pintores y músicos que poblaban a miles la ciudad de Paris, y que componían lo que se denominó la Bohemia. En los cabarés, que es como se llamaban las tabernas, discutían, recitaban sus poemas y canciones y pintaban sus cuadros. Cuando el pintor y tabernero Rodolphe Salis abrió en 1881 su local Chat Noir y ofreció a un público numeroso sus espectáculos artísticos con intención comercial, nació el cabaré como género artístico.
En el Chat Noir se ofrecían canciones de muy diverso carácter, sobre el amor, los acontecimientos cotidianos y también, claro está, sobre la política y los políticos. Después hubo juegos de sombras muy celebrados, que se consideran presursores del cine y la televisión. Pero todos los artistas parisinos tenían una cosa en común: su profunda desconfianza hacia la burguesía. Aristide Bruant cantaba:
Tous les clients sont des cochons
que quiere decir que consideraba unos cerdos a los clientes de su cabaré. Una mano en el bolsillo con el puño apretado, la otra ofreciéndose para cobrar, así esperaban los primeros cabaretistas a su público. Al burgués se le atacaba, pero no se le mataba. Algo de esta extraña dicotomía conserva aún en nuestros días el cabaré. Basta observar los espectáculos del italiano Leo Bassi, en alguno de los cuales introduce un petardo en un excremento de animal y enciende la mecha... con el resultado previsto. En efecto, la respetable clase media sigue acudiendo a sus actuaciones.